Objetos como símbolos extraídos, destilados, bordados, soñados, recosidos, dorados, transformados en clave, llave, signo que hiere o trastoca, que promete entender… vanamente. No hay puente pero fluye un río subterráneo de cine como sueños, de sueños como llamas de místico deseo, llamas que no arden, deseos místicos, deseos en una constelación herética por la que chirria una navaja, balan los corderos mientras creemos percibir los pasos del cineasta. |
Relicarios de un barroquismo tan exquisito como los estigmas, como la música que se enrosca como el humo, relicarios herederos de esa tradición oriental que huye del vacío, del terror del olvido tanto como de la pureza de las verdades únicas.
¿Objetos? Quizás pedazos del inconsciente rescatados de ese río. Y ese aroma dulzón que atrae a las moscas, un aroma de cadáver exquisito. Imágenes como llagas, como estigmas del que se abandona al vicio de la re-creación.
Todo sorprende y además cabe en una caja. Será que todo encaja, porque a don Luis ¡felizmente! no se le entiende, por más que su obra continúe inspirando y negándose a un único sentido, con la obstinación de un clásico, sugerente para cineastas o artistas que, como BLAS, han disfrutado de su cine y de la libertad que emana y de sus fascinaciones ¡incomprensiblemente?
Javier Espada