Nos alegra mucho y nos enorgullece que nuestros dos ayuntamientos colaboren en la organización de un proyecto expositivo tan singular y valioso como este, mediante el cual los calandinos y los alcañizanos (y otros muchos convecinos de la comarca) van a poder descubrir y conocer la obra de Luis Hinojosa, artista bajoaragonés nacido en Calanda que ha desarrollado toda su trayectoria creativa en la ciudad de Zaragoza, siempre como escultor y dibujante, y en los últimos años también como pintor y grabador, disciplinas todas ellas, salvo la última, de las que veremos una cumplida muestra en esta exposición.
Si algo caracteriza la obra de Hinojosa es la fidelidad que ha mantenido, a lo largo de más de tres décadas, a un lenguaje absolutamente personal e inconfundible y a una temática también muy caracterizada que refleja y distingue su visión de la vida como un permanente canto a la serenidad, la belleza, la amistad, el placer de los acontecimientos cotidianos y, en definitiva, los valores esenciales de una existencia concebida con la inteligencia y la generosidad propias de los verdaderos creadores.
Tanto en sus magníficas esculturas de piedra o chapa de hierro como en los expresivos y sintéticos dibujos a tinta (con o sin color) y las sugerentes pinturas de ahora mismo (disciplina nueva para él, pero en la que avanza muy rápidamente), Luis no ha dejado de buscar y conseguir una permanente depuración de los recursos formales y expresivos utilizados, acentuando su preferencia por los volúmenes y las líneas y los colores esenciales a medida que ampliaba el conocimiento y dominio de los materiales, las técnicas y los argumentos filosóficos elegidos desde el comienzo y a lo largo de su biografía artística.
Estamos seguros de que la visión de la obra de Luis Hinojosa será un gozoso descubrimiento para muchos de nuestros conciudadanos, que van a tener la primera oportunidad de conocer y valorar, tan positivamente como merece, el trabajo de un artista nacido en nuestra tierra, del que sin duda podemos sentirnos muy orgullosos y que desde ahora formará parte de nuestras más importantes y queridas señas de identidad cultural, logrando así el principal objetivo de esta excelente colaboración, que desde luego no será la última, entre los ayuntamientos de Calanda y Alcañiz, en cuyo nombre queremos manifestarle a Luis nuestra más efusiva gratitud.
Manuel Royo Ramos
Alcalde de Calanda |
Carlos Abril Navarro
Alcalde de Alcañiz |
MUSICAS TERRENALES
al fatal desaliento de la rosa
y a la acción corrosiva de la muerte
arrojado me veo, y tanta ruina
no es por otra desgracia ni otra cosa
que por quererte y sólo por quererte.
Miguel Hernández
Al principio intentaba descubrir las formas misteriosas y los volúmenes inesperados, ocultos o simplemente diluidos por mimetismo natural, en los bloques de piedra sin cortar ni pulir utilizados como materia escultórica, de modo que algunas veces casi hubiésemos podido hablar de auténticos objets trouvés, de no ser por las certeras intervenciones del artífice, cuya sagacidad para identificar (y poner de relieve con pasmosa pericia) elementos anatómicos gráciles o exuberantes, movimientos insólitos, posturas y ademanes rituales, sensualidad sin mácula, belleza primitiva y frescura espontánea, transformaba radicalmente la sólida naturaleza, el aparente hieratismo, la contundencia volumétrica de cuerpos reinventados y puestos a existir en un espacio nuevo al que su simple presencia insuflaba también la misma voluntad de vivir y sentirlo como si el mundo entero comenzase a crecer desde otro origen.
En realidad no hacía, quizá sin advertirlo en un primer momento, más que buscar el modo de materializar la voluntad corpórea, el afán de tener dimensiones tangibles y de sentir la lluvia, los aromas del viento, la luz intransitiva, todas las melodías y el doloroso pálpito inefable del transcurso del tiempo, manifestados siempre por las dulces mujeres solitarias, los ídolos totémicos de viejas religiones todavía innominadas, los niños sin caballo pero con bicicleta, las vestales impúberes consagradas al rito de la fecundidad o la indolencia, el florero perenne, las tertulias inciertas, los árboles, las casas con las puertas abiertas, las madres torrenciales, los ar-tistas anónimos y todas las modelos opulentas que poblaban el mundo sereno y silencioso de múltiples dibujos donde todos los días se levantaba el acta de los sueños precisos y las palabras claras y los gestos sencillos y la risa sin trampa y los buenos recuerdos y la mirada franca y todos los placeres genuinos que la vida nos niega y hemos de vindicar con la perseverancia de los enamorados que no cejan ante los avatares adversos del destino.
El trasiego sin pausa de todos esos seres conscientes y libérrimos, firmes en el papel como figuras míticas o deliciosamente abandonados al influjo fatal de la molicie, rotundos en la piedra y a veces circunspectos pero tan divertidos y felices como lo pueda ser el más irreflexivo de los juegos, acabó conformando un fértil universo repleto de sucesos cotidianos y perfumes domésticos y muchachas hermosas sin medida y amores contrariados y mordaces vestigios de ironía y soledad apenas compartida y un extenso rimero de silencios y voces que llenaban los sueños con esa pertinaz algarabía de lo que imaginamos y queremos tener y seguimos buscando cada día, hasta que decidimos recomenzar de nuevo y volver a mirar desde dentro la vida y el color impreciso del futuro y los grandes misterios sin salida y las verdades últimas que no confirman nada salvo la duda misma.
Mediante un ejercicio de admirable ascetismo, y olvidando la fácil gloria del virtuoso, ha querido Luis depurar el lenguaje, suprimir los adornos y pormenores nimios, rescatar la estructura esencial de las formas y el peso necesario y las medidas justas para que cada cuerpo tallado o construido responda exactamente a la naturaleza (el color, la textura, los ángulos, la piel, el gesto, la presencia, el volumen, la sombra, el argumento) distinta y singular que le define y nombra entre todas las otras esculturas del mundo, de manera que el dúctil Retrato constructivo celebra las bondades del pensamiento puro y los amores rápidos, pero el Retrato núbil conserva la inocencia y el frescor primigenio de los cultos solares, y la ceremonial Tanagra apócrifa tiene la melancólica belleza de lo eterno porque vive y respira con pasión milenaria, mientras esa nerviosa bailarina que ensaya el grácil Pas de deux se aferra con dulzura al pálpito vibrátil de su propia memoria, y sentimos de nuevo el recuerdo agridulce de todas las canciones juveniles con que La bebedora de orujo nos convoca en torno de su mesa, y gozamos al fin con absoluta entrega la efusión panteísta de una Bacante libre de cualquier atadura y rendida al placer terrenal de la música.
La misma despojada manera de implantar cuerpos en el espacio la viene utilizando el escultor al trasladar su mundo de artistas y modelos, ilusiones sin límite, amistades transidas del fulgor de la infancia, sueños inalcanzados, esperanzas absortas y mujeres que aguardan con denuedo, a las dos dimensiones del plano de los lienzos, donde algunas cultivan Paisajes interiores en la tarde final de todos los veranos mientras por la ventana el campo circundante impregna de color y fragancias frutales las alcobas más íntimas, allí donde La couple se reconoce y goza las pasiones secretas de compartirlo todo menos la soledad, dolor que siempre llega demasiado temprano y atraviesa de olvido las mejores noticias.
Esas que se trasmiten con fervor desmedido tantos enamorados, juntos y enfenecidos o inquietos solitarios a la espera de avisos y llegadas y signos decisivos, que prodiga Luis tan generosamente en todos sus dibujos rescatados del aire y enhebrados a tinta sobre la más ligera e inconsútil de las tramas posibles, a veces reforzada por algunas urdimbres y fragmentos de cromatismo plano -quizá salpimentado en ocasiones- y orígenes exóticos, allí donde transcurre sin lujuria ni excesos la Bacanal más plácida que imaginarse pueda, y tienen su acomodo Las cerezas que iluminan la casa hasta los aposentos más profundos, frecuentados en horas vesperales por ese gato negro cuyo perfil reposa en cada libro, sobre todo en aquellos que la mujer madura de serena belleza disfruta con pasión Recordando al poeta, presente todavía y tal vez sempiterno en las observaciones y discursos que imparte sentencioso El visitante cada vez que frecuenta, con ciertos atavismos de voyeur, el taller polvoriento y resonante donde algún escultor, quizá Luis Hinojosa velazqueño, observa las entradas y salidas de mucho diletante, reinventa la belleza frutal y misteriosa de su eterna modelo y acaso colabora -de palabra y mirada y pensamiento- con su mejor colega en descubrir o resolver al fin El monumento.
Tan arraigado amor por lo que aquí sucede, cerca dentro delante y entretanto, y el profundo respeto por los más acendrados u oscuros sentimientos de los protagonistas de esa vida que avanza o retrocede con afanes auténticos y arrebatos extremos, han llevado a Luis hace ya tiempo, sin dejarse aturdir por el rumor de las atronadoras músicas celestiales y afrontando las cargas y flujos del pasado con la esperanza limpia y el corazón intacto, al vasto territorio donde tienen su asiento los ojos asombrados ante las maravillas secretas de los cuentos, las manos generosas que trabajan sin pausa y ejercitan alquimias culinarias y celebran risueñas el festín placentero de repartir el pan y gozar la amistad y mantener el fuego, las palabras no dichas todavía pero siempre dispuestas para desactivar las letales secuelas del silencio, los brazos solidarios al empezar de nuevo cualquier itinerario que pueda conducir a los grandes sucesos de la vida diaria entre toda esa gente común y extraordinaria con la que compartimos (Luis lo viene sabiendo desde siempre) un tremendo deseo de seguir disfrutando con fruición desmedida, porque le hacen honor a nuestra condición natural y electiva, las más inolvidables y las más pasionales y las más deliciosas músicas terrenales.
Rafael Ordóñez Fernández
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