Estamos abocados a proteger y a no resignarnos frente a la desaparición de aspectos cada vez más pequeños de la vida que nos rodea. Son estas experiencias las que sostienen nuestra humanidad más allá del hombre como engranaje. Si los grandes bosques fueron talados, nuestro empeño ha de estar hoy en proteger un árbol que crece solitario, demostrando una vez más la grandeza de la semilla que revela el misterio de la vida, a pesar de la miseria que el hombre siembra cada día.
La colección de fotografías, relatos y la película documental de La Isla de los Vientos con música original del pianista Sergio Monroy, rescata la identidad de La Casería de Ossio, un barrio enclavado en la bahía de Cádiz, con la intención de mostrar la enorme riqueza de una comunidad que vive a la orilla del mar y que se encuentra a punto de desaparecer. El urbanismo desolador ya ha condenado este lugar.
Se trata solo de un ejemplo, un paisaje humano y geográfico propicio para mostrar lo que ocurre en el mundo. El paisaje es tan importante como el modo en que lo viven las personas que lo habitan.
Pescadores tradicionales y familias numerosas, entre ellas de la rama de los Monje (José Monje Cruz, Camarón de La Isla), que tejen antiguas y amplias redes familiares y vecinales que les permiten vivir dignamente a pesar de sus escasos recursos, siempre gracias al conocimiento del medio.
La historia de un universo que transcurre en dos calles y una playa a la orilla de La Bahía. La importancia de las pequeñas cosas. Un reducto de la identidad isleña, pescadora, hortelana, flamenca, gitana y humilde de La Bahía de Cádiz.
Por eso cuando dices huerto, árbol, casa u orilla, estás hablando de niños que lanzaron semillas a la tierra, de hombres que crecieron en la mar, de madres, de viajes y muertes. Estás hablando de anhelos, reencuentros, carreras y pérdidas. Hablas de paz, y de todo envuelto en un silencio de caracola y ruiseñor, de suspiro de sueño tras un beso. De llanto y desconsuelo frente al terrible equilibrio de la vida.
Pedro Sara.